Trabajar o quedarse dormidos


Hace poco me preguntaron qué significaba la palabra “Perseverar”. Mi respuesta inmediata fue: mantenerse firme ante la vida. No retroceder, por ejemplo, por más difícil que sea el trabajo o por más horas que éste implique. Es una palabra en desuso para la mayoría de nuestros jóvenes. Para ellos, la ley que impera en cualquiera de sus actividades o responsabilidades es la ley del mínimo esfuerzo.

La RAE, define “Perseverar” como: “Mantenerse constante en la prosecución de lo comenzado, en una actitud o en una opinión”; en este caso, refrenda mi postura. Luego, otra pregunta: ¿Usted, en qué aplica la perseverancia? En todo, incluso en las cosas que pueden parecer insignificantes como lavar los platos, mantener la casa en orden, la oficina, etc. ¿Te imaginas volver a casa y encontrar todo revuelto, sucio, hediondo? Hay días, por ejemplo, que no tengo ganas de asistir a la escuela, o de escribir, o de preparar el nuevo número de la revista; es normal pero finalmente debo hacerlo. No por inspiración, sino por disciplina, por perseverancia. En torno a este mismo tema, Leonard Cohen maneja un concepto hermoso: “ética del trabajo”. Si dejamos “a las ganas” o “a la inspiración” el motivo de nuestro trabajo, jamás moveríamos un pie o una mano.

Al concepto de perseverancia agrego el de estudio. ¿Para qué estudiar esto o aquello? El estudio, decían los mayores, es la mejor herencia que los padres dejan a los hijos. Mi padre pensaba igual. Una herencia más jugosa que una cuenta bancaria, una casa, un auto. Estudiar es invertir en nosotros mismos. Y quizá, una posibilidad más de integrarnos a la vida laboral. Esto es claro: si a nuestros jefes no les gusta nuestro trabajo sin pensarlo dos veces nos “ponen de patitas en la calle”. Muchos jóvenes piensan que son la “última coca del refrigerador”, pero sabemos que ese modelo ha cambiado. Si me despiden hoy, lo sé, en un día o dos habrá alguien más ocupando mi puesto. ¿En qué momento dejamos de ser imprescindibles? Antes éramos pocos los que teníamos una maestría, una especialidad, un doctorado; hoy, cientos, miles. Ahora ¿a quién no le gusta ver reflejado su esfuerzo en algo tangible como un libro, una pieza musical, el diseño de una casa, un software, etc.

Ahora casi todo está a la mano. Basta escribir un tema en cualquier buscador para obtener, en un abrir y cerrar de ojos, cientos de páginas relacionadas con éste. A Federico Reyes Heroles le escuché la siguiente frase: “el gran reto es que los instrumentos sirvan al ser humano y no que el ser humano a los instrumentos”. Una vez más volvemos al concepto de “Perseverancia”. Para el alumno es muy fácil tomar información de cualquier lado, sin importar autores, sin importar la confiabilidad del sitio, llámese página web, periódico o revista. Es verdadero porque está en el internet, dice. Pero no sólo el alumno, ese adolescente, ese joven; hay profesores a quienes no les importa este punto, lo que es muy irresponsable. La responsabilidad digital es una tarea diaria.

Como dije anteriormente, la perseverancia está en las cosas pequeñas, como en aquellas que impactan a nuestra familia, colonia, ciudad, etc. Considerar que las cosas se logran por sí solas o por arte de magia es como considerar que vivimos sin ningún fin.

Texto publicado en La vereda, periodismo cultural en línea

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